Por Magdalena Galiano. Córdoba, Argentina

“El sufismo dice que somos almas en el exilio, y que todos añoramos volver a nuestra patria original”
El pasado viernes 20 de junio, desde Estudios Árabes e Islámicos realizamos una entrevista a Hajji Ahmad Isa Martínez, quien forma parte de la Mezquita Sufí de la Patagonia.
En el 2022 habíamos conversado con las autoridades de la Mezquita en un encuentro muy enriquecedor, en donde nos comenzábamos a aproximar a la comunidad sufí en Argentina y en particular a la de «la Mezquita más austral del mundo», como ellos mismos referencian. https://estudiosarabeseislamicos.com/articulos/cultura/la-mezquita-mas-austral-del-mundo-entrevista-a-hajji-ahmad-isa-martinez/
Durante este nuevo encuentro, conversamos sobre las particularidades del islam sufí, las prácticas que se realizan en dicha mezquita, los aspectos del sufismo que pueden representar un valioso aporte para las juventudes occidentales, y, por último, sobre la trayectoria personal de Martínez.
Al referirse a los rasgos que distinguen al islam sufí de otras corrientes dentro de la tradición islámica, Martínez destacó que el islam es algo muy grande, siendo la última religión revelada. En sus palabras, el islam viene a completar lo que nosotros en occidente llamamos cristianismo y judaísmo; formando parte del tronco común de las religiones abrahámicas, del cual descienden las tres religiones del Libro: judaísmo, cristianismo e islam.
Martínez explicó que la palabra islam significa “sumisión a la voluntad divina” y que esta fe constituye la religión más reciente dentro de una misma tradición espiritual que reconoce a 124.000 profetas, desde “nuestro abuelo Adán” hasta el último profeta, Muhammad. Señaló que “los musulmanes somos cristianos y somos judíos porque aceptamos a todos los profetas”. En ese sentido, remarcó que lo que distingue al islam de estas dos religiones es precisamente esa aceptación: mientras que los judíos no reconocen a Jesús ni a Muhammad como profetas, los cristianos no reconocen a Muhammad.
De esta manera —explica Martínez—, el sufismo se inscribe dentro de esa tradición profética; no hay sufismo sin islam. En cuanto al origen del término sufí, señala que existen distintas interpretaciones: algunos lo asocian con ṣafā’, una palabra que remite a la pureza; otros, con suf, que significa lana. También se dice que proviene de quienes, en tiempos del Profeta Muhammad, habían renunciado a todo y permanecían en el sofá, en la puerta del Profeta, aguardando su enseñanza. “Eran personas que habían dejado todo atrás y se quedaban en la puerta del maestro, esperando recibir su enseñanza”.
En esta línea, Martínez comenta que el sufismo se convierte en una forma de vida que busca purificar el corazón del ser humano y elevar su conducta, con el objetivo de hacerlo cada vez mejor. El fin último, explica, es convertirse en un verdadero servidor, ya que otra acepción del término islam es precisamente esa: “un servidor de la Presencia Divina”.
“La vida espiritual del sufí gira en torno a la mezquita”: prácticas cotidianas del sufismo en la Patagonia

Dentro de la mezquita se llevan a cabo diversas prácticas, ya que el sufismo cuenta con múltiples formas de desarrollo espiritual. Entre las principales, Martínez destaca el dhikr, que significa “recuerdo de Dios”. Esta práctica consiste en la repetición de cantos y alabanzas que mencionan los nombres divinos, generando una purificación del corazón sutil —no del corazón físico—, según aclara.
A diferencia de otros caminos, en el sufismo se trabaja sobre los centros espirituales del corazón. A través del dhikr, se busca limpiar el “óxido” simbólico que empaña estos centros, permitiendo que el ser humano pueda reflejar la Presencia Divina de una manera más honorable.
“Nosotros, los seres humanos —especialmente hacia el final de esta era—, hemos perdido el honor”, reflexiona Martínez. “Gran parte del problema del ser humano es que ha perdido el honor, el respeto… Por eso, el dhikr es una de las prácticas esenciales para recuperar esa conexión”.
Martínez señala que, además de las prácticas colectivas, el sufismo también contempla una dimensión individual, que implica realizar estas mismas repeticiones —los nombres divinos— de forma consciente y personal a lo largo del día. Una parte esencial de esta práctica es el wudu, el lavado ritual, que no se realiza exclusivamente en la mezquita, sino que forma parte del día a día del sufí. “Estar en wudu es fundamental”, afirma. Este acto de purificación mediante el agua, previo a la oración, no es solo un requisito externo, sino un componente espiritual profundo: el sufí procura mantenerse en estado de wudu en todo momento, ya que “wudu es estar en abducción”. Asimismo, Martinez sostiene que ellos siguen la tradición de cortarse la uñas y calarse el pelo.
Otro de los pilares fundamentales en las órdenes sufíes es la reunión. Martínez subraya que, dentro del sufismo, el encuentro con otros seres humanos y con el Sheij reviste una importancia central. “Nosotros tenemos la bendición de contar aquí con una persona que es, quizás, uno de los mayores representantes del sufismo en América Latina”, afirma.
Estas reuniones pueden adoptar distintas formas: desde los rezos diarios en congregación —que se realizan una o dos veces al día y poseen un valor especial por su dimensión comunitaria— hasta vigilias nocturnas en fechas significativas del calendario espiritual. Todas estas prácticas tienen como objetivo fortalecer el vínculo entre los miembros de la comunidad y con el Sheij, promoviendo una cercanía espiritual que, para los sufíes, es esencial en el camino hacia Dios.
“Ahora en un rato, por ejemplo, se hace el Jum‘a —la oración del viernes—, y nos reunimos todos a rezar. Esa es la práctica por excelencia: juntarse a rezar”, comenta Martínez. En este sentido, subraya que la vida espiritual del sufí gira en torno a la mezquita, la congregación y el encuentro con los demás. Actualmente, la mezquita recibe alrededor de 100 personas por semana.
Martínez explica que la mayor parte de la tradición sufí es sunita, en tanto sigue la sunnah, es decir, el conjunto de enseñanzas, dichos, acciones y gestos del profeta Muhammad. “Se sabe todo lo que hizo el Profeta: lo que dijo, lo que hizo, lo que mostró… Y toda esa práctica perfecta que realizó el último de los profetas es lo que llamamos sunnah”, afirma. “El sufí trata de imitar la sunnah; de hecho, podríamos decir que somos mohammedianos, en el sentido de que tratamos de hacer todo lo que hizo el Profeta”, señala, destacando que esta fidelidad al ejemplo profético puede resultar una idea revolucionaria para una mirada occidental.

Al ser consultado sobre qué aspectos del sufismo podrían acercar más a los argentinos al islam, Martínez responde desde su experiencia personal. “De hecho —comienza—, estás hablando con alguien que era rosarino hasta la cepa. Universitario, padre de familia, con una vida bastante normal como la de cualquier occidental. Como la tuya, como la de cualquiera que esté leyendo esto.”
Para él, lo que impulsa esa búsqueda espiritual es una añoranza que habita en todo ser humano. “El sufismo dice que somos almas en el exilio, y que todos añoramos volver a nuestra patria original”. Así como uno puede extrañar su tierra natal, también existe una nostalgia más profunda: la del ser real, la del origen. Esa añoranza, explica, no es algo que le pasa sólo a algunos, sino una condición humana universal. “No hay ser humano que no la tenga. Lo que pasa es que, con el tiempo, lo vamos olvidando. Por eso hacemos dhikr: recuerdo de Dios, del ser.”
Martínez considera que esta búsqueda interior es lo que lleva a muchas personas a caminos como el sufismo. “Uno empieza a recordar que la vida que lleva, por más cómoda o exitosa que parezca, no tendría demasiado sentido si no existiera esa añoranza. Incluso si todo va bien: buena salud, una pareja amorosa, un trabajo que te gusta… tarde o temprano te preguntás: ¿Y qué más?”
Esa pregunta existencial puede surgir por diversas razones: una crisis, una pérdida, un duelo o simplemente una sensación de vacío. “La pregunta aparece. Sobre el amor, sobre la muerte. Y la respuesta no es mental. La cabeza no alcanza. La respuesta viene del corazón. Y cuando el corazón responde, hay certeza, una certeza que la mente no puede ofrecer.”
Desde su mirada, este cuestionamiento por el sentido no sólo es universal, sino cada vez más urgente. “Hoy es casi imprescindible. En el mejor de los casos, hay depresiones exitosas: llegaste a los 50 o 60 años, tuviste una buena vida, lograste muchas cosas… y de pronto te das cuenta de que la escalera que tanto esfuerzo te costó subir estaba apoyada en la pared equivocada. Y eso te desarma.”
Por eso, remarca la importancia de hacerse esas preguntas desde jóvenes. “Cuando uno empieza más temprano, tiene menos que dejar atrás. No alcanza con el ensayo y error: no vivimos mil años. Tenemos, con suerte, 60 o 70 años de vida útil. No hay tiempo que perder.”
En este sentido, comparte una enseñanza transmitida por su maestro: “A los jóvenes de Occidente les aconsejaba estar cerca de los justos y de los veraces. Porque esas personas te ayudan a no perder el tiempo. Y el tiempo, en esta vida, es lo único que tenemos”.
Entre la psicología, la espiritualidad y la búsqueda del ser:

Ante la pregunta sobre si aún ejerce como psicólogo, Martínez responde que sí ya que su vida también gira en torno a esa pasión. Considera que “a diferencia de muchos colegas que son ateos o materialistas, dentro de mi línea de trabajo hay una espiritualidad innata. Hay una esencia primordial que habita en todos nosotros, que es inconsciente y debemos develar. Nosotros nacemos en fiṭra”.
La fiṭra, en el islam, refiere al estado original de pureza en el que nace todo ser humano. Contraria a la noción de pecado original, Martínez explica que en el islam se nace limpio. Por eso: “cuando uno le huele el cuellito a un bebé antes de los cuatro meses, huele el paraíso. Ese olorcito tan particular es porque este mundo todavía no lo ha ensuciado del todo”, señala. El objetivo para él es “recuperar esa pureza con conciencia”. Desde esta visión, la psicología también apunta a esa purificación.
De esta manera, ejemplifica que la psicología oriental no se denominaba como tal, ya que siempre estuvo integrada en los caminos espirituales. Otros sheijs también hablaban de las enfermedades del alma. En contraste, él considera que en Occidente la psicología moderna —desde el conductismo hasta el psicoanálisis— ha realizado valiosos aportes, aunque muchas veces se ha mantenido en un plano limitado. “Hoy el ser humano necesita ambas dimensiones: una psicología más vincular, emocional y cotidiana, pero también una dimensión existencial. Porque al profundizar en el inconsciente, uno no solo se encuentra con la historia tragicómica de papá y mamá —que está bien, son las primeras capas—, sino que empieza a abrirse la puerta hacia otra dimensión del ser.”
Martínez recurre a un ejemplo para ilustrar esta diferencia: “La mente es como un apoya papeles. Si alguien deja un cuaderno sobre él, la mente bidimensional solo ve que el cuaderno apareció. No puede ver la mano que lo colocó ahí. Pero si tenés acceso a otra dimensión, ves que hubo una mano. Lo mismo pasa con nuestra vida: somos seres multidimensionales, y la psicología lineal no contempla eso”. Comenta, además, que se considera un especialista en esta línea de trabajo, en la cual “hay mucha añoranza por esa búsqueda”.
En el sufismo, señala, se habla de setenta mil velos de luz y setenta mil velos de oscuridad que nos separan de nuestro ser real. “Son como 140.000 capas de cebolla. Cada una podría representar años luz. Entonces, si uno toma conciencia de eso, la vida se vuelve un misterio, algo extraordinario. Pero la mayoría estamos preocupados por si vamos a llegar a la jubilación o de que vamos a trabajar. Y no digo que no sean cosas importantes, pero son preocupaciones de una mente bidimensional. Necesitamos mucho más.”
Citando una máxima sufí, comenta: “Estamos en el mundo, pero no somos del mundo”. Y agrega: “Nuestra orden sostiene que somos viajeros. Almas en el exilio. Vinimos a esta vida, pero nuestra verdadera morada está en otro lugar. Mientras tanto, claro que hay que vivir aquí: trabajar, comerciar, cuidar a la familia. Todo eso hay que hacerlo, y hay que hacerlo con impecabilidad”.
Esa impecabilidad es promovida por el sufismo, ya que impulsa la excelencia moral. Por eso, la religión te motiva a llevar una vida orientada hacia lo impecable. Una persona no puede simplemente hacer cualquier cosa, aunque muchos creemos que sí. Sin embargo, la sabiduría de la humanidad siempre ha estado disponible; los sabios han estado ahí desde siempre. Porque, de lo contrario, imaginate: nos arrojan a este mundo desnudos, sin recordar nada —ni de dónde venimos ni hacia dónde vamos—, y eso no tendría sentido. Dios, el Todopoderoso, ciertamente tiene un plan para nosotros. Pero ese plan hay que develarlo. Ese develamiento, justamente, es lo que vinimos a hacer en este planeta.