Por Ana Laura DeLeon. Guangzhou, Cantón, China.

A cien días del comienzo de un nuevo infierno en Gaza, en donde las imágenes del más absoluto horror descomponen corazón y estomago de cualquier resistente cuerpo, este texto viene a resumir una ínfima parte del pensamiento reflexivo sobre tanto dolor.
Crece y crece, y con cada cuerpo sube y sube más. La sucia, la sangrienta, la acumulada orgia de cuerpos tiesos. Yacen en ella, un sinfín de nombres que son cifras, ahora, cifras, nada más. ¡Pero no! no siempre fueron eso ¡no! Fueron hijos, fueron padres, fueron hermanos y nietos de Alguien. Los pocos, los que quedan hasta hoy, lloran su nombre. Rezan a un dios por su alma, por su mirada que se cierra bajo el polvo del escombro. Ayer fueron otros y otros serán, injustamente, mañana. Y pasado y traspasado. El temblor de los cuerpos, sacudidos, bombardeados no detiene “La Gula”, pecado capital, de continuar con la masacre. ¿Y afuera? ¿Y durante? ¿Y lejos? Una niña nace. Un padre juega con sus hijos, dos hermanos comen un alfajor de chocolate, fresco, delicioso. Una vida sigue sonriente su jornada. Un mundo continúa su marcha. Y durante, y antes, y después, crece La gris, la lejana, la quieta montaña de cuerpos mezclados, olvidados, abandonados, sin derecho a nacer, a respirar, a crecer, a tener el perdón, de algún dios, por el pecado desconocido. En un lugar llamado santo. GAZA
Por: A. Laura DeLeon
Correcciones: Silvia Guerra